Cuando hablamos de filosofía o estética medieval en la Edad Media, es imposible llegar a entender el pensamiento de la época sin mencionar por lo menos a San Agustín de Hipona. Su manera de entender el sentido de la vida y todo lo que la rodea no dejan de ser las características de las de un hombre religioso de su época, y actúa conforme a ellas, utilizando la fe y la razón como argumentos principales para sus escritos.
Hasta ahí, todo correcto. El problema es cuando ahondas en su vida personal y la comparas con sus pensamientos: es entonces cuando te llevas las manos a la cabeza y, al menos en mi caso, no puedes evitar pensar: "qué mal me cae este hombre".
Explico brevemente, para pasar rapidamente a hablar sobre sus opiniones sobre la música (¡porque esto no deja de ser un blog sobre música!). San Agustín, Agus por los amigos: abandonó el camino del cristianismo en el que muy pacientemente le había inculcado su madre para ir rebotando de religión en religión porque ninguna le convencía. Se fue hacia Roma, burlando y dejando en tierra a su madre enferma (buen chico) para al final convertirse a una nueva religión. ¡Y sorpresa! ¡Es el cristianismo! ¡La misma fe que rechazó de parte de su madre! Por supuesto, agradeció lo suficiente a su progenitora que hubiese intentado llevarlo por el buen camino; y por eso mismo declaró que la mujer servía únicamente para concebir. Definitivamente una gran persona, este San Agustín*.
Después de echar una ojeada a su tormentosa y caótica vida personal, uno podría pensar que su filosofía fue chocante para la época, para la religión que había abrazado, para la sociedad que le rodeaba. Pero nada más lejos de la realidad. San Agustín, esa persona nada anacrónica y totalmente fiel a sus principios, expone el arte y, sobre todo, la música, como algo "ordenado, compuesto por números y simétrico". Como si fuera un animal despiezado, crea categorías para los ritmos y los agrupa. Indica cuales son buenos y cuales no, basándose en teorías neoplatónicas. San Agustín es la extensión del pensamiento filosófico de la antigüedad, pero con las ideas aún más constreñidas. No fue ningún visionario ni mucho menos; si eso, podríamos adjudicarle un logro histórico por la frase más obvia jamás pronunciada por un filósofo:
Un caballo representado en un cuadro no puede ser un verdadero caballo porque, de lo contrario, el cuadro no sería un verdadero cuadro.*Como dato curioso: la madre de San Agustín, Mónica, fue nombrada santa por la Iglesia Católica. No puedo hacer otra cosa que estar completamente en desacuerdo con este hecho: no se merece ser una santa. Se merece, como poco, ser un dios; porque no comprendo cómo un ser humano puede tener tanta paciencia.
Todos los tratados sobre música de la Edad Media pueden parecer excesivamente racionales, matematicos, etc. En efecto, están desprovistos de la visión sentimental y romántica que ha dejado en nosotros el siglo XIX.
ResponderEliminarPor otro lado, uno de los puntos fuertes del discurso teológico de S.Agustín es el reconocer su vida pasada y criticarla con más dureza incluso que tú.