lunes, 25 de marzo de 2013

Por llevar la contraria


Recuerdo, con una mezcla de nostalgia e inquietud, aquellos libros de texto de secundaria que consistían en un compendio de conocimientos estrujados y apelotonados para dejarse sitio los unos a los otros. Digo recuerdo como si tuviera sesenta años y estuviera sentado en mi mecedora viendo pasar a la gente bajo mi porche, pero sólo tengo veintidós; aunque siempre que recuerdo me siento muy viejo. Como decía, recuerdo esos esquemas con las ideas fundamentales marcadas que había que empollarse hasta que entraran de una vez por todas en la materia gris, cosa que a mí me costaba horrores; pero en las materias artísticas, y aquí es cuando recuerdo con picardía, siempre había un truco para arañar un 0'25 en los temidos exámenes. Así pues, me recorría un extraño sentimiento de megalomanía cada vez que, siempre que me preguntaban por las características artística de una época, yo respondía:

- Contraposición a los gustos estilísticos de la época anterior.

Y, a partir de ahí, sólo tenía que decantarme por una respuesta u otra al profundizar más. O eran retorcidos o eran simples; experimentales o clásicos; humanistas o teocentristas. O se fijaban en el arte clásico griego, en su idea de perfección o simetría  o se limitaban a crear arte siguiendo las modas de la sociedad en la que vivían. A veces ambas cosas eran compatibles, pero lo importante es que fuera diferente de lo que venía detrás.

Esa, en mi opinión, es la clave para entender cómo funcionan los gustos de una sociedad, la evolución de un pueblo: darse cuenta de que los gustos cambian porque alguien decide "romper", pero teniendo en mente que esa ruptura puede no ser más que un homenaje a lo anterior. Una sucede a la otra, cada vez más vertiginosamente, hasta tal punto que hoy no sabemos distinguir en qué lado de la balanza estamos porque es posible que ambas corrientes, la innovadora y la clásica, se hayan cruzado tantas veces que se hayan fusionado. O eso creemos; es posible que aparezca un nuevo mesías del arte, y nos descubra una nueva forma magistral de tirar abajo todo lo anterior y encumbrar una corriente estilística atractiva hasta la locura. Es posible también que ya haya pasado y no nos estemos dando cuenta. Pero lo importante para triunfar es llevar la contraria. Y lo mejor de todo es que hacerlo es muy divertido.

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