miércoles, 12 de junio de 2013

Μωρίας Εγκώμιον



Y creo que este humor de escribir versos procede de una cierta agitación de los espíritus animales (los impulsos orgánicos)que podría turbar enteramente la imaginación de aquellos que tienen firmeza en su cerebro.
René Descartes

No será ni la primera ni la última vez que se diga que el artista tiene una mente "peculiar". Se decía en el Renacimiento, cuando Erasmo de Rotterdam escribía, basándose a su vez en las teorías griegas, que la más elevada sabiduría se alcanzaba por medio de la locura, y que puede llevar a dos caminos: el de la guerra y la destrucción y el del gozo del arte. Y se dice ahora, con cientos de estudios científicos que confluyen en un mismo punto: los artistas, ya sean pintores, escritores o músicos, tienden más hacia la depresión que otras personas de mente más científica. Pero también influye en ello la salud física, no sólo la mental.

¿Es esto significativo a la hora de crear? Puede. El escritor H.G. Wells desarrolló su pasión por la lectura cuando se rompió una pierna y su padre comenzó a traerle libros para que tuviera algo con lo que entretenerse; y comenzó a escribir cuando desarrolló la tuberculosis. Es sólo un ejemplo, pero propongo un juego a los lectores: apuntar una lista de los diez primeros artistas que les vengan a la mente, y luego averiguar si tenían algún tipo de tara física o mental. El resultado está claro: ganan aquellos que atravesaron por momentos difíciles en su vida lidiando consigo mismos, con un cuerpo que se rebelaba contra ellos. 

Aquellos que, quizás por esto, sentían que su arte era la forma más directa de expresarse; quizás, incluso, la única.


Palos y piedras



"Por ello sucede, por ejemplo, que el estruendo de las rocas o de los truenos no parece adecuado para la música"

René Descartes

A veces me divierte pensar qué dirían no sólo los filósofos, sino cualquier artista de épocas pasadas (mis aficiones raras son cosa mía, no pasa nada). En este caso, me resulta curioso pensar qué diría Descartes de, por ejemplo, los experimentos sonoros de Stockhausen con taladros eléctricos. Lo cual me lleva a: ¿y si los taladros eléctricos hubiesen aparecido en el siglo XVII, estarían ahora incluidos en el plantel de las orquestas?

Por supuesto, esto era una exageración. Probemos con ejemplos menos radicales.

Debo confesar que me fascina la organología moderna. Instrumentos a cada cual más bizarro (entiéndase aquí bizarro como sinónimo de raro, no de valiente), capaz de arrancar un sonido más exótico que el anterior. Pero nos suena exótico porque nos suena AHORA: quizá dentro de doscientos años sean considerados instrumentos de corte "clásico". ¿No estaría bien un lied a theremin, una sinfonía a tesla coil (un instrumento que además puede acabar con tu vida si se te ocurre acercarte demasiado) o una sonata a hang drum?






El debate es, pues: ¿hasta que punto es considerado un instrumento como tal? Yo creo que depende de si la obra es interpretada con el objetivo de crear algo audible o demostrar algo artísticamente. Al menos, eso creo: si alguna vez encuentran a alguien que disfrute con el sonido de una taladradora, háganmelo saber para que tire por tierra mi teoría.

La retroconversión

 



Recientemente estuve investigando sobre la Société Nationale de Musique, una asociación francesa de finales del siglo XIX y comienzos del XX que pretendía ensalzar la música nacional instrumental del momento, rechazando cualquier obra que no siguiese ese patrón. Quizá el motivo por el que me interesé por el tema, además de lo musical, fue lo profesional: como miembro de una junta directiva de una asociación, me pierde todo aquello que tiene que ver con reuniones, estatutos, organización interna, división de ideologías .. aunque en un principio pensé que no tenía por qué ser igual, que eran otros tiempos y otra mentalidad. Estaba profundamente equivocado. Era incluso mejor de lo que creía.

Uno de los aspectos que más destacaría sería la diferencia entre formas de pensar. Volvemos a lo mismo de siempre: conservadores VS progresistas. Resulta que pocos años después de que se fundase la sociedad, varios miembros empezaron a abogar por que se incluyese la música extranjera en los programas de los conciertos que organizaban. Esto provocó un enfrentamiento entre estos compositores de corriente más innovadora, como Cesar Franck y Vincent d'Indy, y aquellos que creían que debían mantenerse fieles a los principios de la asociación, como Saint-Säens y Bussiné. El conflicto acabó con la dimisión de estos dos últimos y la inclusión de música extranjera en los programas. Muerto el perro se acabó la rabia, ¿no?

¡Pues no! Resulta que -redoble de tambores- en los años sucesivos fueron inscribiéndose a la asociación compositores de corte más modernista, como Claude Debussy y Maurice Ravel, que exhibían en sus obras las nuevas tendencias musicales. Esto produjo un nuevo enfrentamiento entre estos y aquellos que creían que ese nuevo estilo de música no llevaba a nada: ¡eran los mismos que antes habían luchado por una sociedad más abierta! Los progresistas se habían convertido en los conservadores, ¡y eso sólo en diez años!

A veces tendemos a creer que la evolución del siglo XXI es rápida, incluso vertiginosa; tanto que cambiamos de idea prácticamente de un día para otro. Basta con mirar con ojo crítico la historia para darnos cuenta que no es cosa de ahora, sino de varios siglos para acá, el que el mundo se mueva constantemente. La pregunta es, ¿donde estamos nosotros? ¿En el filón conservador? ¿En el progresista? ¿Se han unido los dos y ya no se sabe cual es cual?

La moraleja de esta historia es: niños, por si acaso, decid que sí a todo lo nuevo que venga. ¡No vaya a ser que quedéis como unos retrógrados ante los ojos de la historia!